El Espantajo de los Espan?oles destruye nuestros pasos superiores. Dirigido al Soberano Congreso. [Subscribed, El Payo del Rosario, i.e. P. de Villavicencio.].

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EL  ESPANTAJO  DE   LOS  ESPAÑOLES
DESTRUYE NUESTROS   PASOS  SUPERIORES.
DIRIGIDO JL SOBERANO CONGRESO.
SEÑOR,
E
s ciertamente doloroso que cuando la libertad ha fijado su sélío «obre esta región afortunada, y cuando debia seguirse á esta una paz octaviaaa, tengamos aun á la
vista un espantajo amenazador que interrumpa la confianza que debia reinar entre españoles y americanos á quienes deb^n umr perpetuamente los vínculos estrechos de la
amistad, con fraternidad, sangre, religión, idioma, y finalmente los principios liberales
que han de.cubierto á las naciones modernas y cultas, el importante secreto de unirse, sean del idioma ó religión que fueren, cuya obra grandiosa emanada de las.luces
y progresos de la filosofía, va á hacer desaparecer los rios de sangre que hicieron
correr las competencias de los tiranos y el fanatismo religioso y político de sus esclavos,
Si Señor: ese casrillo de San Juan de Ulua «que nos pertenece* armado to- ,
davia y en peder de los españoles, nos disgusta demasiado, y da que temer: esa guacr
día extraña en el portón de nuestra íasa, es un impedimento al tráfico marítimo,
y de consiguiente un  dique  á   los progresos de   nuestro paralizado comercio.
Si como se nos ba dicho apetecen aquellos españoles nuestra libertad y solo
se aguardaba su consecución para Verificar la entrega de la forraleza, ¿por qué estando realizada aun se guarda un misterio-vo silencio sobre asunto de tanta gravedad-? ¿por
•qué Vuestra Soberanía no toma en consideración un negocio tan interesante á la nación que representa? Dirásetne que lo embarazan otros mas preciaos: que la España ca-
íeee de recursos con que hacemos ¡a guerra: que estando constituido su gobierno sobre bases liberales no puede apetecer nuestra opresión, y que habiendo declarado la
guerra á Francia, le es imposible abandonar sus propios interese , por aiendec a los
ágenos. Convengo en ello; pero Señor: á Vuestra Soberania no ge esconde que
nada cuesta á la España mantener esa estaca del judio, como suele decirse, con que
ponernos la ley á nosotros y á los estrangeros que arriben á aquel puerto, como
¡el mas cómodo, y el mas provisto de nuestras costas, y que cuando hay interés, el
derecho de la fuerza se ha vestido de legítimo en todas las naciones: frailado al
castillo de Gibralrar que siendo de los españoles, por un engaño se lo quitaron los
ingleses, y ahora lo defienden alegando que es suyo, y ponen la ley á la España mis»
.rra y á cuanta-; naciones tienen que atravezar su estrecho; con que nada extraño será que los españoles se apropien las pertenencias de los que dominaron un tiempo,
cuando no tuvieron, ni tienen escrúpulo para conquistar y retener, á pesar de su decantado liberalismo, á Ceuta, y á Orám de los moros que los dominaron á ellos siete sig'os, sin podérselos quitar todo el poder africano: por tanto, siendo San Juan
de UÍúa la llave del mejor de nuestros puertos, e» del mayor interés que Vuestra
Soberanía nombre individuos idóneos, sabios,-y amantes de su Patria, para que vayan