Exposiciones hechas al Rey en enero de 1816

              EXPOSICIONES
HECHAS AL REY EN ENERO DE 4KÍG
POR EL ILUSTRÍSIMO SEÑOR
DOCTOR DON MANUEL ABAD T QUElPOi
OBISPO   ELECTO   DE   VALLADOLID   DE  MICHOACANi
CON LA MINUTA DÉ DECRETO QUE LAS ACOMPAÑABA,
ADVERTENCIA DEL EDITOR.
A Pueblo Español, tan digno de alabanza por sus heroicos sacrificios para defender su independencia, como por la generosa resolución con que ha sabido re"
cobrar su libertad, es acreedor á que se le revelen las acciones de aquellos que
en tiempos de calamidad y de opresión presentaron el pecho cort ánimo decidido
en favor suyo, sin arredrarse por el numero, ni por el poder de los enemigos del
bien general. Entre las personas á quienes nuestra historia rio podrá menos de
conservar un lugar distinguido se encuentra seguramente la del Illmo. Sr. D.
Manuel Abad y Queipo, obispo electo de Michoacan, bien conocido en esta corte y en varias de las provincias de ultramar* Llamado de Real orden llegó á
esta heroica villa en 9 de enero de 1816: en el 18 y 21 del mismo tuvo dos sesiones secretas con S. M. mereciéndole mil confianzas y distinciones: en él 24
fue nombrado en propiedad secretario de Estado y del despacho de Gracia y
Justicia: en el 2jr se le despojó del ministerio; y en el 29 dirigió á las Reales
manos ía exposición y minuta de decreto que una feliz casualidad ha hecho llegar á las nuestras, y de que nos ha parecido conveniente hacer sabedor al público. Sirva pues este trabajo como de introducción á la historia de la horrible
persecución que ha sufrido este ilustre prelado, y que se publicará algún dia pa->
ra asombro de todas las naciones civilizadas.
MINUTA  DE  DECRETO.
E
Aa la violenta convulsión que ha ¿ufrído lá
Monarquía por la invasión de los franceses, y
turbación de las Américas, se ha introducido la
discordia entrenas ainados vasallos corno un efecto inevitable del choque de las pasiones y dé.
la contradicion de intereses, opiniones y partidos; en cuya efervescencia se derramó una densa nube sobre la variedad infinita' de sucesos extraordinarios y terribles, en que se vio envuelta y complicada la fidelidad de mi amado pue*
blo, fidelidad sin ejemplo, que admirando ía generación presente se representará como un modelo en las generaciones futuras. Privado de comunicación y de noticia cierta de lo que pasaba en España,- ignoré la historia de estos sucesos en mi largo cautiverio. Y así, cuando la
Divina Providencia me restituyó milagrosamente
al trono de mis mayores, tuve que recibir el
influjo de los que me salieron al encuentro, y
estimar por opinión pública de la Nación la opi-