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'l ?l>T% /3¿¿ NUMERO SESTO. HAY VA ESE HUESO QUE ROER Y QUE LE METAN EL DIENTE. liguen las respuestas al fanático preguntón. Nuestra ignorancia hace toda su ciencia; Yoltaire. El que dolosamente oculta su odio, descubierta será su malicia en junta pública. Proverbios. E, intro en materia sin mas preámbulo que repetir la aelvertencia anterior, y es, que esta disputa es puramente filosófica, lo que se tendrá presente para los números siguientes. ■ . Quinta pregunta. ¿Nuestros primeros padres desde que fueron criados conocieron al verdadero Dios, estuvieron obligados á creer lo que les de- cia y á sujetarse á los preceptos que les daba? Ec— saminando atentamente el Génesis se encuentra que no Kav en todo él ningunas palabras que declaren que Adán conoció al verdadero Dios; por el contrario, todo demuestra que ni aun siquiera tuvo el pensamiento de que un Dios le hubiera criado, pues que si aai hubiera sido, se hallaría que Adán reconocida habría tributado la mayor sumisión y agra- decímif rilo á aquel de quien recibió tanto beneficio, como fué el de haberlo sacado de la nada. Ninguna prueba hay de esto; Adán se nos presenta con la mayor indiferencia sobre su creación, y como si vi-ra en Dias otro i«ual á él. Después de su pecado se esconle al oír lá voz del Señor, lo jque prueba que Adán no conoció á Dios y sus atributos, lo que le era fácil en el estado de gracia en que lo crió, pues que entonces habría sabido que era inútil el ocultarse. Concedo, no obstante lo es- puesto, que lo conoció, y por consecuencia que es-r taba obligado á creer lo que le decía y á sujetarse á ios preceptos que le daba, esto es inconcuso. ¿Mas lo hizo asi? ¿dio crédito mas bien al Señor e;«r 3 su compañera? ¿arrojó la manzana que le dio ésti? ¿por cine Adán luego que víó á Eva esclamai esTo ahnra, hueso de mis huesos, y carne de mi carne, es por !a cual dejará, el hombre ásu padre, y á Su rhhoVe y se unirá á su íiiügér': y serán dos en tina carne! y cuando se vio formado repentinamente no habla una palabra? Estas dificultades que re- snltnn de las cuestiones anteriores han obligado, en general, á la niajnr parte de los antiguos padres, á creer que la historia de la tentación es una fábula misteriosa. Las dificultades que encontraban en ei sentido literal les forzaba á recurrir á la alegoría. „Si hay alguno, dice S. Agustín, que pueda tomar á la letra lo que se dice en esta historia sin «vitar la blasfemia, y dar á las palabras de- Moi sés un sentido conforme á la fé católica, no solaroeSte te es necesario envidiarle esta gloria, sino es pre-« ciso darle muchas alabanzas» (1) Este juicio de S. Agustín está conforme al de Maimouides. „Et un precepto de los maestros, dice este sabio judio, que es necesario no tomar á la ¡etra todo lo que se dice en la obra del Bereschit como el vulgo lo ima» gína. Por esto nuestros sabios han ocultado esta par* te al pueblo, y vedado el predicarlo, como que es propio para dar ideas de la naturaleza divina, no solamente falsas, sino capares de trastornar la ley, é introducir la heregia" (2) Por estas razones in-» térpretes muy hábiles, han juzgado que la historia de la tentación no es sino una parábola, en la cual Moisés ha imitado el estilo de los orientales, qua dicen una cosa para hacer pensar otra. Sin embart go, aun cuando se admítier; esta hipótesis, la espliw cacion de esta historia será sien pre muy difícil, pop que no se puede determinar con certidumbre, si eg necesario alegorizar todas sus circunstancias, ó so» lamente una parte de ellas. Moisés nos refiero que Dios puso á Adán en un jardín de. delicias, plan-» tado de bellos árboles. Philon juzgando absurdo el con-w vertir á Dios en un jardinero, que planta árboles, quiere que el jardín de Edén sea la alma: que el árbol de la vida que Dios plantó en medio del jar- ■ din, sea la virtud en general, que él llama la bondad por ecselencia; y por el árbol de la ciencia, paree te que él cree que es el libre albedrio, ó la mu-, tabílidad del alma, la cual compara á la cera, porque ella puede recibir las formas contrarias del vi-» cío y de la virtud. Asi es, con poca diferencia, como él habla en el libro de las alegorías. Entre las infinitas sectas que 6e elevaron en los primeros tiern-» pos del cristianismo, hubo unos' que se llamaron Gnósticos, los cuales estaban divididos en dos .opiniones; los unos que tenían como una institución legítima y conveniente á todos los hombres, la unioB¿ conyugal, y los otros que tirando por el lado opues— - to, condenaron esta unión conyugal, alegando entr& otras razones,' que Eva era el árbol de la ciencia. Los primeros creían al contrario, que la muger era el árbol de la vida. S. Epifanio refiere estas pa.-« labras que se leían en un. libro que en el dia sfc tiene por apócrifo; _£* he e/fí» un er<W «yaa l((gfr >
Object Description
Title | Hay va ese hueso que roer y que le metan el diente. Numero sesto. |
Publisher | Imprenta a cargo de Martin Rivera |
Date | Unknown |
Original Format | Leaflets |
Type | Text |
File Format | image/tiff |
Extent | 4 pages |
Dimensions | 31 cm. |
Identifier | SC MS 0216.248 |
OCLC Number | 651179779 |
Source | SC MS 0216 Mexican Pamphlets |
Language | spa |
Rights | http://rightsstatements.org/vocab/NoC-US/1.0/ |
Collection | SC MS 0216 Mexican Pamphlets |
Capture Device | CopiBook COBALT HD |
Staff | Shaenna Ameer |
PPI | 300 |
Date Digitized | 2018-10-29 |
Description
Title | [Page 1] |
Type | Text |
File Format | image/tiff |
Identifier | SC MS 0216.248.001 |
Rights | http://rightsstatements.org/vocab/NoC-US/1.0/ |
Collection | SC MS 0216 Mexican Pamphlets |
Capture Device | CopiBook COBALT HD |
Staff | Shaenna Ameer |
PPI | 300 |
Date Digitized | 2018-10-29 |
Full Text |
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NUMERO SESTO.
HAY VA ESE HUESO QUE ROER
Y QUE LE METAN EL DIENTE.
liguen las respuestas al fanático preguntón.
Nuestra ignorancia hace toda su ciencia;
Yoltaire.
El que dolosamente oculta su odio, descubierta será
su malicia en junta pública. Proverbios.
E,
intro en materia sin mas preámbulo que repetir la aelvertencia anterior, y es, que esta disputa
es puramente filosófica, lo que se tendrá presente para los números siguientes. ■ .
Quinta pregunta. ¿Nuestros primeros padres
desde que fueron criados conocieron al verdadero
Dios, estuvieron obligados á creer lo que les de-
cia y á sujetarse á los preceptos que les daba? Ec—
saminando atentamente el Génesis se encuentra que
no Kav en todo él ningunas palabras que declaren
que Adán conoció al verdadero Dios; por el contrario, todo demuestra que ni aun siquiera tuvo el
pensamiento de que un Dios le hubiera criado, pues
que si aai hubiera sido, se hallaría que Adán reconocida habría tributado la mayor sumisión y agra-
decímif rilo á aquel de quien recibió tanto beneficio,
como fué el de haberlo sacado de la nada. Ninguna prueba hay de esto; Adán se nos presenta con
la mayor indiferencia sobre su creación, y como si
vi-ra en Dias otro i«ual á él. Después de su pecado se esconle al oír lá voz del Señor, lo jque
prueba que Adán no conoció á Dios y sus atributos, lo que le era fácil en el estado de gracia en
que lo crió, pues que entonces habría sabido que
era inútil el ocultarse. Concedo, no obstante lo es-
puesto, que lo conoció, y por consecuencia que es-r
taba obligado á creer lo que le decía y á sujetarse á ios preceptos que le daba, esto es inconcuso.
¿Mas lo hizo asi? ¿dio crédito mas bien al Señor
e;«r 3 su compañera? ¿arrojó la manzana que le dio
ésti? ¿por cine Adán luego que víó á Eva esclamai
esTo ahnra, hueso de mis huesos, y carne de mi carne, es por !a cual dejará, el hombre ásu padre, y á
Su rhhoVe y se unirá á su íiiügér': y serán dos en
tina carne! y cuando se vio formado repentinamente no habla una palabra? Estas dificultades que re-
snltnn de las cuestiones anteriores han obligado, en
general, á la niajnr parte de los antiguos padres, á
creer que la historia de la tentación es una fábula misteriosa. Las dificultades que encontraban en
ei sentido literal les forzaba á recurrir á la alegoría. „Si hay alguno, dice S. Agustín, que pueda tomar á la letra lo que se dice en esta historia sin
«vitar la blasfemia, y dar á las palabras de- Moi
sés un sentido conforme á la fé católica, no solaroeSte
te es necesario envidiarle esta gloria, sino es pre-«
ciso darle muchas alabanzas» (1) Este juicio de
S. Agustín está conforme al de Maimouides. „Et
un precepto de los maestros, dice este sabio judio,
que es necesario no tomar á la ¡etra todo lo que se
dice en la obra del Bereschit como el vulgo lo ima»
gína. Por esto nuestros sabios han ocultado esta par*
te al pueblo, y vedado el predicarlo, como que es
propio para dar ideas de la naturaleza divina, no
solamente falsas, sino capares de trastornar la ley,
é introducir la heregia" (2) Por estas razones in-»
térpretes muy hábiles, han juzgado que la historia de
la tentación no es sino una parábola, en la cual
Moisés ha imitado el estilo de los orientales, qua
dicen una cosa para hacer pensar otra. Sin embart
go, aun cuando se admítier; esta hipótesis, la espliw
cacion de esta historia será sien pre muy difícil, pop
que no se puede determinar con certidumbre, si eg
necesario alegorizar todas sus circunstancias, ó so»
lamente una parte de ellas. Moisés nos refiero que
Dios puso á Adán en un jardín de. delicias, plan-»
tado de bellos árboles. Philon juzgando absurdo el con-w
vertir á Dios en un jardinero, que planta árboles,
quiere que el jardín de Edén sea la alma: que el
árbol de la vida que Dios plantó en medio del jar- ■
din, sea la virtud en general, que él llama la bondad
por ecselencia; y por el árbol de la ciencia, paree
te que él cree que es el libre albedrio, ó la mu-,
tabílidad del alma, la cual compara á la cera, porque ella puede recibir las formas contrarias del vi-»
cío y de la virtud. Asi es, con poca diferencia, como él habla en el libro de las alegorías. Entre las
infinitas sectas que 6e elevaron en los primeros tiern-»
pos del cristianismo, hubo unos' que se llamaron
Gnósticos, los cuales estaban divididos en dos .opiniones; los unos que tenían como una institución
legítima y conveniente á todos los hombres, la unioB¿
conyugal, y los otros que tirando por el lado opues— -
to, condenaron esta unión conyugal, alegando entr&
otras razones,' que Eva era el árbol de la ciencia.
Los primeros creían al contrario, que la muger era
el árbol de la vida. S. Epifanio refiere estas pa.-«
labras que se leían en un. libro que en el dia sfc
tiene por apócrifo; _£* he e/fí» un er |
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